martes, 29 de noviembre de 2011

He sacrificado mi felicidad.

Deje de lado el deseo de despegar. ¿Por qué? Por mi, egoísmo puro, como siempre. Hay que saber qué quieres y qué debes. Yo quiero algo, algo que condenará mis actos y cuya naturaleza, muy a mi pesar, desconozco. Empeñada a luchar contra la tontería rindiéndome a ella, empecé a luchar una batalla pérdida. Mi causa es inútil.
Es curioso, al igual que muchas otras cosas, que el único camino que puede conducirme a una cierta felicidad se aleje, a pasos de gigante, de esta. Necesito algo que tiene un final cercano y determinado, algo que me esconda la verdad. A algo que podría ser real, que sirva para alguien.
Obviamente, no sé que es. En ese caso no tendría sentido, ya que lo habría satisfecho. Sin embargo percibo una cosa, y hoy he decidido postrarme ante ella, pese a lo que esto conlleva. Se supone que es el camino fácil, y eso grita mi innegable estupidez.
¿Si es tan fácil por qué me ha costado tanto?


No hay comentarios:

Publicar un comentario