lunes, 23 de mayo de 2011

Egoismo racional

Dime porque lloras, pequeña. No me moveré hasta que tengas otra vez ganas de sonreír. Y no, no me sirve que cantes, bailes o bebas. No, no basta con esperar, tienes que hacer algo. Hazlo. ¿Qué te pasa? Ah… ya veo. A mí también me pasa ¿SABES? A veces yo tampoco sé por qué estoy así, qué pasa. No, a veces no lo sé y aun que busque bien hondo no encuentro la respuesta. Igual lo predecimos, predecimos que va a pasar algo. Algo malo. Que nos deje sin aire, sin ganas… Si, es posible. Yo por ejemplo no aguanto esperar. Porque la gente siempre llega tarde o… no llega. Te entiendo perfectamente. Le pasa a todo el mundo, ¿sabes? No. No me mires así pequeña. Me rompes el alma y no te lo permito. Está de moda prohibir, así que como soy muy muy divino: te prohíbo que lo dejes caer. Sé que, cuando sabes cómo va a acabar es duro.  Pero a veces hay que hacerlo, hay que seguir. Dándole cabezazos al mundo y nadando a contracorriente. Es horrible saber que no lo conseguirás  y que vas a perder. Pero se trata de intentarlo, de poder fingir bien. Se trata, enana, de hacer historia.





viernes, 6 de mayo de 2011

Ahora que vamos despacio...

.... Vamos a contar mentiras.

Me encanta. Me encanta empezar un nuevo libro, una nueva historia y echar a volar. No sé por qué nunca acabo uno, la verdad. Yo empiezo muy motivada, con todas las idas de cabeza y todo eso, pero no consigo acabar la historia. ¿Me cansaré? ¿Me olvidaré? ¿No seré lo suficientemente madura? Seguramente, si. Seguramente me pase todo esto a la vez, así de golpe ¡Pam!. Igual es el hecho de contárselo a alguien, de explicarle mi proyecto. Tal vez simplemente debería dejar que las palabras fluyesen, como ahora. Debería dejar que todo me llevase, y me hiciesen desvariar, soñar. Porque soy yo la primera a la que tiene que alegrar, que motivar todo esto, ¿no? Quiero decir que si a mí no me gusta mi historia, no tiene sentido que la muestre, que la enseñe como un pequeño trofeo. No, definitivamente no lo tiene. Otro de los problemas, de lo que más me impide seguir mi relato es el tema. Por dios. ¿De qué hablar? Tiene que ser algo que pueda servir de aquí a veinte años, porque si no sirve, tendría que quemar todos mis libros publicados, y eso implica que haya árboles que han sido desperdiciados y no estoy por la labor. Hoy en día cada vez se piensa más en ser ecológico, o en no serlo, vaya. Y el hecho de imaginar que un montón de papel ha sido desperdiciado en crear un libro con un tema que ya no está de actualidad, que no interesa, que no tiene sentido, me da más que coraje. Me gusta esa expresión. “Me da coraje”, la verdad es que me fascina. Y fíjate que no tiene ninguna razón en especial, sólo me hace gracia, como la de “cágate lorito” o la de “la madre del cordero”. Sí, me agradan, me parece divertido soltar una frase como esas en un momento tonto. Son frases comodín, ya hechas y que hacen que la gente te mire raro (durante) un micro segundo. Son esas frases que de tanto decirlas a gente de tu entorno, tus amigos y eso, acaban maldiciéndote porque ellos no pueden evitar soltarlas de vez en cuando. Bueno, pues eso, que el tema aparte de tener que servir de aquí a veinte años, tiene que ser un tema que no aburra. Esto ya es más complicado. Admitiendo la evidencia de que no puede gustar a todo el mundo, tengo que hacer una historia que a mí no me aburra. Que me la pueda leer, cinco, seis o siete veces sin aburrirme. Eso pasa con pocos libros, cada vez con menos, la verdad. Cada vez tienes menos posibilidades de que caiga en tus manos un libro que te ponga los pelos de punta, que no te haga saltarte partes porque no puedes más, un libro que en definitiva valga algo.No quiero decir que haya libros que no lo valgan, vaya. Bueno, realmente si. Están esos libros tostón de los cuales es inevitable no parar de mirar el número de páginas que llevas y pensar : “venga sólo cien páginas más, vamos tu puedes.” Eso es duro, de verdad. Hablamos de cosas duras que pasan, que vivimos y todo ese rollo. Intenta leerte un libro de ochocientas páginas llendo a dos por hora y sintiendote obligado a acabarlo. Tortuta china, eso si que es una gran carga. Desde aquí os animo ha intentar hacerlo. ¡Pon un libro de unas ochocientas páginas (sino no vale) en tu vida! Habría que hacerlo… Y volviendo al tema inicial, malditos fuera de contexto, tenemos que pensar en otro factor más. Porque si a esta lista le sumas que tiene que ser un libro que guste a alguien que no seas tú o tu madre, ya es el colmo. “Es el colmo” otra expresión que me encanta. ¿Por qué? Lo cierto es que en el caso de esta, no lo sé. Es una frase que dicen ciertas personas que me hacen gracia en ciertos momentos. No quiero decir que todos los que digan esta frase me hagan gracia, no de verdad que no, sólo que las pocas personas que la dicen, siempre han sido personas cómicas. ¿Y si os contase una historia de una chica un poco tonta, a la que nadie le hace caso y que tiene unos padres que son o alcohólicos, o ludópatas o algo de ese rollo y  que conoce a un chico muy guapo, pero mucho- que si no, no sirve- que es bastante popular en su colegio, y que está en el equipo de fútbol, o rugby o vete-tú-a-saber? Sí, podría hacerlo. Y si ya tienen alguna cualidad fantástica, un súper poder o algo, ya sería la repera. “La repera”. Hay demasiadas expresiones que me gustan, cada vez me doy más cuenta. Igual es que en realidad hay muy pocas que no me gustan y punto. Igual soy de esas personas a las que le gusta las expresiones-cliché que dice todo el mundo. Como lo de ir a Paris y hablar de : Dior, Edith Piaf. O soltar la frase : “C’est la vie”. O igual simplemente he tenido la mala suerte de haber caído en las redes de mucha gente que utilizaba ese uno por ciento de las expresiones que no me agradan especialmente. Bueno, especialmente está claro que no. Rediós, ya estoy empezando a dejarme llevar frente al ardor de poder escribir lo que yo quiero delante de una pantallita. Es muy fuerte. Quiero decir, que el hecho de que puedas escribir lo que te salga de las narices, cuando te salga de las narices, dejando que solamente las personas, animales o seres vivos que tú quieras puedan leerlo es muy heavy (no, no voy a ponerme a decir por qué me gusta esta última expresión, no, esta vez no.) Por seres vivos no incluía a los virus y demás, claro, como es evidente. Pues es, que es muy bestial, muy fuerte, muy de todo. Es como esa Coca Cola que te dan al final de una larga carrera por algún sitio montañoso o así… Bueno, habiendo sumado todos los requisitos para poder escribir un libro decente, o que parezca que lo es, (porque si algo parece que es una cosa que no es eso significa que en algo se tiene que parecer, por lo que me serviría igual) los temas que me quedan son, el de la chica tonta y el chico chulo, el de un niño huérfano que tiene que superar muchos riesgos (los chicos huérfanos caen bien a todo el mundo. Si me encuentras a más de dos personas a las que no le gustan, hazles una foto o algo y que te la firmen, de verdad.) el de la reproducción de los berberechos –si, tiene que ser de los berberechos, porque si no, no sería interesante, quiero decir- y poco más. Bueno sí, el tema ecológico podría ser el de una tribu de la Amazonia-y no Amazonas- que es obligada a abandonar sus costumbres, desapareciendo así de la faz de la Tierra. Si, ese valdría, tal vez podría hablar también de un perro abandonado, o de una zebra. El otro día estaba viendo la tele y vi una pelicula que trataba el tema de un bebe zebra abandonado, una lástima, si. No me estoy burlando de verdad. Sólo que me sorprende que alguien se encuentre en medio de una carretera una caja con una zebra dentro y que encima tenga la suerte de no ir lo suficientemente rápido como para pararse al segundo y tal. Dejando esto de lado, los otros temas son interesantes. ¿No? Todos se merecen ganar, todos y todas. “Todos se merecen ganar”. Es una de esas frases que deberían de ser verdad en todos los sentidos pero que en la realidad no lo son. Nunca pasa eso, nunca merecemos todos ganar. No. Hacemos, vivimos y por desgracia destruimos. Destruimos nuestro alrededor, a los que nos rodean, a los que no, a las cajeras de los supermercados, al cartero, a la autenticidad de un disco o de un vinilo, los derechos de autor, a los pobres patos, bueno a los conejos también, a los niños del parque, a los señores que esperan para dar un caramelo a estos últimos, al payaso de la esquina, al de la otra,  y a Pepe – por que todos conocemos a alguien que se llama Pepe, no lo niegues- . Y claro, luego vamos, con nuestro: “porque yo lo valgo”, exigiendo y pidiendo a diestro y siniestro, con nuestra sonrisita y nuestra mano bien tendida.  Que majos y agradables que somos. Debéis notar que me incluyo, que yo no lo niego ni me distingo de esas personas, de las personas en general. Es algo horrible, pero está ahí, podemos intentar cambiarla un poco, para sentirnos mejor y eso, pero al final está en nuestra naturaleza. La del ser humano. ¿Sabes? Está la explicación de la supervivencia. Egoísmo por supervivencia, borrachera por supervivencia, rodearse de gente que en la realidad te importa lo mismo que un pepino-con el respeto de los pepinos- por supervivencia.  Pero igual no debería de conformarme con dejar que mi mente me abandone, y no pararla. Igual debería de poner un poco de juicio a este relato. A mí me da que sí, que debería. Deber. ¡Qué complejo es ese maldito verbo! Realmente no debemos hacer nada, deber, lo que se dice deber, no. Debemos por egoísmo. Volviendo a la inocente pero no por eso menospreciable idea de poner un poco de orden a todo esto os tendría que decir que he pensado, cuál es el famoso tema, qué nuevas ilusiones y esperanzas dejo caer en esta pantalla.  Bueno, me he propuesto contaros ciertas cosas de ciertas personas. Personas que conozco, con las que he convivido, a las que he observado, apreciado y pensado. Personas que no tienen por qué resultarme apasionantes o interesantes pero que quieras o no tienen algo. Algo que ha hecho que al menos me fije en ellas. Algo que ha provocado que en mi profundo aburrimiento, desahogase mis penurias y mis reflexiones en ellas. Os lo contaré cambiando nombres claro. Nunca hay que decir nombres, está mal visto. Crea conflictos, malos rollos y un montón de cosas que ocupan tiempo y si algo es valioso de verdad es el tiempo. Salud sin tiempo llega a poco. Amor sin tiempo se queda en fracasos rápidos. Dinero sin tiempo es inútil. El tiempo sí que merece la pena. El tiempo se merece un monumento. Algo así como un reloj gigante en medio de una plaza, donde la gente se pasease y sonriese y eso. Siguiendo con lo nuestro ( o con lo mío), os las voy a presentar de una forma que a mí me gusta, no tanto como las expresiones pero bueno, algo es algo. Esto va de una cafetería, de una misma mesa, de un mismo camarero y de varios sábados de madrugada. De una chica, sentada en un asiento, viendo pasar a gente, conociéndola, mirándola, hablándola y sobre todo escuchándola. Una sucesión de sábados con personas diferentes, porque todo el mundo es distinto.  Pues bueno, allá voy.  Allá voy, hasta el infinito y más allá.